Síntesis Argumental
La obra plantea el conflicto elemental entre el bien y el mal: un ladrón de sonrisas, dedicado a sustraer la alegría de los niños, es enfrentado por un superhéroe que, con la ayuda de las pequeñas víctimas, intentará no sólo recuperar las felicidades robadas, sino también reformar al malhechor. El delincuente no es expuesto como un perdedor o un condenado, sino como un converso; lejos de ser rechazado o degradado, lejos de ser estigmatizado por su condición delictiva, es participado sin rencores del festejo final, cuando ya todos pueden reír. La propuesta admite la posibilidad de la justicia no como instrumento condenatorio y recluyente, sino formativo e integrador, y descarta la idea insolidaria y determinista que considera al malvado un individuo incapaz de regenerarse.
Ficha artística y técnica
Actores: Santiago Alassia, Marcela Bailetti, Marcelo Gieco y Gustavo Mondino / Música original: Fernando Abratte / Coreografía: Marcelo Allasino / Escenografía: Marcelo Allasino y Gustavo Mondino / Diseño de vestuario: Gustavo Mondino / Objetos: Marcela Bailetti con la colaboración de Analía Boidi y María Cecilia Tonon / Dirección general: Marcelo Allasino y María Cecilia Tonon
Fotos: Charly D’Intino
Historia del espectáculo
Se estrenó el 17 de agosto de 2003 en el Centro Cultural La Máscara (Rafaela). Se realizaron numerosas funciones en esa sala, que incluyeron funciones especiales a contingentes de alumnos de escuelas primarias y jardines de infantes. Se presentó en 11 localidades de la provincia de Santa Fe, en la Fiesta Nacional del Teatro (Rafaela, 2004), y resultó ganadora de la XX Fiesta Provincial de Teatro (San Jorge). Marcela Bailetti recibió el premio a la mejor actriz y Marcelo Allasino y Cecilia Tonón resultaron premiados en el rubro mejor dirección. Además, participó en la V Fiesta Regional de Teatro (Cañada de Gómez, 2004). Fue el espectáculo con mayor cantidad de espectadores en la historia del grupo Punto T / La Máscara.
Dijo la crítica
"Si algo caracteriza la propuesta de “El Ladrón de Sonrisas”, es la lúcida desestimación de aquellos imaginarios infantiles fijados por cierta tradición escolar, por cierto mercado publicitario. Lo infantil estructura el discurso desde una atractiva permeabilidad, dando cuenta de distintos registros culturales. La historia se sostiene sobre la lucha inacabable entre el bien y el mal, reducida microscópicamente al ámbito de una plaza. Allí se enfrentan el simpático superhéroe que opera como ángel protector de los chicos y el malo, atractivo, escurridizo, actante indispensable para inocularle adrenalina a la intriga. Sentido a la intriga. Porque ¿qué hace llamativa a una historia sino el conflicto de fuerzas antagónicas que dejan de serlo en el mismo instante en que preferimos al malo? El protagonista del espectáculo (atendamos al título) es ese ladrón que atrapa las miradas de los chicos, libres, en el teatro, de la mirada coercitiva de los adultos. Lo ultra típico de las situaciones, de los personajes (estereotipos maquetados con la materia prima del cómic), de la resolución de los conflictos (el triunfo del bien y la redención del malo, que obviamente, deja de serlo) refuerzan el entramado celular de la temática del teatro infantil. Esta tipicidad canónica es inmensamente atractiva porque opera contrapuntísticamente con un trabajo de puesta en escena apoyado en la deconstrucción de los modelos reproductores de aquella estética infantil institucionalizada. Está de más decir que “El Ladrón de Sonrisas” es absolutamente recomendable. No está de más decir que el teatro es un espacio incomparable para ensayar, desde chicos, la inagotable batalla por el sentido."
"El Ladrón de Sonrisas es una puesta muy atractiva desde donde se la mire. No sólo por lo que propone desde la estética para construir un universo imaginario que intenta ajustarse a la mirada de un niño, sino fundamentalmente porque logra zambullirnos por completo, a grandes y chicos, en ese cuento de fantasía. Así, a través de una escenografía ultra prolija que recrea una plaza colmada de colores estridentes, un vestuario impecable en sus detalles y un tratamiento de luces, sonido y música que precisa los momentos de acción, expectativa, sorpresa y de romanticismo, nos involucramos es un mundo mágico sin prejuicio alguno. Los recursos que caracterizan a toda obra infantil están explotados con lucidez. Principalmente hay que reconocer el trabajo actoral de los protagonistas, que logran divertir y ganarse la complicidad de los chicos durante toda la obra… Cada uno juega con el tono de la propia voz de manera original, en un registro claro y valiéndose de un texto simple y bien accesible, pero no por eso vacío de sentido."