El Centro Cultural La Máscara (CCLM) es una institución cultural creada en 1992 por Marcelo Allasino y un grupo de artistas que constituían los grupos Punto T y el taller de teatro La Máscara (ambos creados y dirigidos por Allasino). El proyecto comenzó como un espacio cultural informal en un espacio prestado, y se fue consolidando a lo largo de los años hasta constituirse como una asociación civil sin fines de lucro, e instalarse en su espacio definitivo en Constitución 250, en la ciudad de Rafaela para transformarse en uno de los centros culturales de referencia de la República Argentina.
www.lamascara.org.ar
Marcelo Allasino lideró el proyecto desde su creación, en 1992, cuando gracias al aporte de su amigo Pablo Visconti, abrió el primer espacio denominado “La Máscara Espacio Cultural” en 1992. En 1996 se formalizó el proyecto con la constitución de la Asociación Civil Centro Cultural La Máscara, institución que presidió hasta el año 2011, cuando renunció para aceptar el cargo de Secretario de Cultura de la ciudad de Rafaela.
A lo largo de los 15 años al frente del CCLM, creó y dirigió importantes proyectos artísticos vinculados a la formación, la producción y la difusión de las artes escénicas. La formación estuvo centrada en talleres anuales para niños, adolescentes y adultos, y en la organización de seminarios intensivos con importantes referentes de las artes escénicas. La producción incansable de los grupos Punto T y La Máscara generaron una importante cantidad de estrenos de piezas propias y de otros autores, y la presentación de esas producciones en todo el país y el exterior. La difusión tuvo varios proyectos destacados: el Ciclo de Teatro Independiente, el Ciclo de Café Concert, NUDANZ – Festival de Nueva Danza, el suplemento La Máscara entintA, la revista Masticá, el ciclo Mis Videos, la Colección de Pequeñas Piezas Improvisadas, y la llegada de importantes referentes artísticos argentinos y del exterior, entre otros logros. Durante su gestión al frente del CCLM, la institución logró comprar y pagar en su totalidad el edificio de su sede definitiva en Constitución 250, y equiparlo totalmente.
Historia del proyecto
Gustavo Mondino, integrante del proyecto desde sus inicios, narra parte de la historia de la institución en la revista Masticá, y dice:
“De la primera sala de Alem 75 hasta la planta alta de Sargento Cabral 187, el Centro Cultural La Máscara se constituyó en un espacio de producción y de creación. Contuvo – desde sus inicios – la expresión de artistas locales y de otras ciudades.
Sería impreciso decir que sabemos adaptarnos a los espacios. O que los espacios son el reflejo de lo que somos. Preferimos pensar que cada lugar llegó en el momento que debía llegar, para dejarse transformar en el espacio ideal que cobijara nuestro proyecto.
Con el estreno de “La pareja” a fines de 1991, el Taller de Teatro La Máscara cerró su primer año de vida. Decidimos que así llamaríamos también a la vieja casona de Alem y Lavalle que nos prestaron a fines de ese año para desarrollar nuestra actividad. El verano de 1992 nos encontró brocha en mano, subidos a la escalera, poniendo color a las paredes, combatiendo palomas, instalando cables y luces. Supimos, ese verano, que ese espacio no sólo sería la sede de nuestro taller: sería una casa de puertas abiertas, una alternativa, un punto de encuentro. La noche del 3 de abril de 1992 llegaron amigos, artistas, familiares a conocer nuestra casa. Ya no éramos sólo actores; éramos, también, anfitriones de este nuevo lugar que prometía – según se leía en la cartelera del final del zaguán al que se llegaba después de subir una larga escalera – una variada propuesta cultural que incluía muestras, ciclos de charla debate, coordinados por Gaby Guibert, talleres de teatro, dibujo y pintura y el estreno, ese mismo año, de “Noche de ronda” del grupo Punto T. Sonaba Edie Gormet y el trío Los Panchos. Algunos preferían el balcón y otros, en la terraza, tomaban aire. Muchos recorrían la habitación color teja mirando la muestra que se continuaba en la sala de la mampara. En la trastienda servíamos vinos para celebrar con nuestros invitados y con un gran número de amigos se nos llenó el cuarto del piso de madera – que con carreteles de cables como mesas y sillas, sillones y esculturas de cemento que nos regaló Chona- se perfilaba como la zona del bar con el estilo ecléctico que siempre nos caracterizó. Fue un año de intensa actividad y mucho crecimiento. Fue un año que despertó la necesidad de vernos y posicionarnos como gestores culturales y que fortaleció la convicción de que el proyecto debía ampliarse.
En 1996, una nueva posibilidad abrió el juego y agitó el corazón. La planta alta de la casa de Marcelo apareció como un espacio amplio que debimos enfrentar. Se sumó gente y se sumaron ganas. Nuevamente abrimos las puertas a la ciudad. Los espectadores seguían el camino delimitado por biombos de cartón corrugado (que dividían la casa del director de lo que era el centro cultural), subían una escalera empinada de madera y llegaban a la sala para 40 espectadores que no sólo albergó expresiones de nuestra ciudad, sino que cobijó a artistas de otras ciudades que nos acercaron su trabajo como el grupo Fe de Ratas de Rosario, Adrián Airala y Diego Soffici de Santa Fe, Teresa Duggan de Buenos Aires. El debut de Color Chino con su música y las muestras de plástica inundaron el lugar. La Máscara Entinta debatía sobre la política cultural y sobre el arte en Rafaela y cubría, desde el análisis y la reflexión, todos los hechos culturales que ocurrían en nuestra sala. Una vez más, se cumplió un año de intenso trabajo.
En 1997 decidimos dar el salto que debíamos dar. Encontrar el lugar propicio para instalarnos definitivamente y de a poco crecer y hacer que este lugar se parezca al que dibujábamos en nuestra cabeza cuando la realidad no condicionaba las ganas de soñar.
Sería extraño repasar nuestra historia sin que los boleros o la risa de Titina no resuenen en nuestro corazón. O sin pensar en esas largas escaleras que subimos tantas veces y con tanta felicidad. Preferimos pensar que cada lugar llegó en el momento que debía llegar. Y que cada lugar forma parte de lo que somos.”
Parte 1
Parte 2
Dijeron sobre el Centro Cultural La Máscara
"Quizás lo más trascendente en su recorrido como institución sea el momento en que el grupo decide instalarse en un espacio para desarrollar otras actividades. Ya desde las primeras experiencias en “los altos” de calle Alem, el proyecto de un centro cultural se insinuaba como un anhelo fuerte. Primeros pasos firmes: un ámbito alternativo donde albergar otra concepción del hecho escénico y otro lugar (físico, emotivo) para la recepción. Esta experiencia se traslada al espacio de Sgto. Cabral donde La Máscara adquiere carnadura como generadora de proyectos culturales propios y ajenos: espectáculos de teatro y danza, muestras, charlas y debates. Creo que lo que seducía de ese lugar era que entrábamos a una casa cualquiera donde lo familiar se volvía extraño por obra del arte, donde permanecíamos guarecidos en un ámbito doméstico que de pronto se inundaba de colores, de formas, de voces… Se inauguraba otro modo de vivir el hecho estético y esta vivencia no puede sino traernos recuerdos imborrables. Cuando La Máscara se instala en Constitución 250, su actual y definitiva casa, la institución crece y se consolida. Es una historia bastante conocida por todos los que asistieron a espectáculos, recitales, muestras. La gestión cultural refuerza un perfil bien definido: apoyo a espectáculos del circuito under, del teatro independiente de las provincias y de la danza experimental. Muchos festivales acercaron “otro teatro” a nuestros jóvenes estudiantes, instalando una movida que marcó un rumbo bien ruidoso en estos últimos años tan apáticos. El Centro Cultural La Máscara continúa generando propuestas que convocan a un público ávido por acercarse a nuevas experiencias teatrales, coreográficas, plásticas. El camino ha sido marcado desde sus inicios casi como un impulso instintivo. Hoy esa energía ha adquirido una sólida carnadura que sostiene intensamente los rituales del arte y del teatro. "
"Cuando ellos, el grupo de artistas que desde hace unos pocos años se agrupó en torno a La Máscara, mostraron la seguridad asombrosa y la osada originalidad de sus primeras fábulas sentí una alta dosis de sorpresa y orgullo. Es decir experimenté esa especial satisfacción de quien al sentarse en la platea de un teatro, aún antes de que alumbren las luces de la revelación, ya tiembla de emoción embargado por la expectativa, la que le anuncia de que está a punto de ponerse en contacto una vez más con cierta rarísima aventura profundamente humana. Es lo que se siente cuando se va a asistir a una antigua ceremonia de origen sagrado, la que busca la estética adecuada para arrancarle la máscara a la verdad y así poder reconocer totalmente el rostro de la verdad. Y es cierto, descubrí complacido desde el primer momento como el talento se renovaba y expandía en nuestros escenarios. Y desde entonces adhiero al generoso trabajo de La Máscara gracias a mi posibilidad de ver con que habilidad, con merecido éxito permanente traccionan esa especie de máquina de fabuloso poder que arrastra una realidad mientras descorre el velo de los sueños, para acercarlos a nosotros y hacernos caer en ellos. Y hoy hay que ver con que acierto los hacedores de La Máscara lo consiguen. Con cuanta energía lo logran, a veces con esa inefable mezcal de emoción y sorpresa a la que podríamos dar el nombre de hallazgo, y seguramente la categoría de creación."
"En una ciudad pequeña donde las expectativas eran encontrar al máximo un par de muchachos de buena voluntad que nos ayudaran a realizar nuestro espectáculo, nos conocimos con un grupo humano extraordinario, personas cultas, sensibles y que dedicaban al teatro lo mejor de sí mismas. Una sala equipada con todo lo necesario y una recepción calurosa y eficaz. Un teatro para su gente, que experimenta, que se relaciona, que indaga, inquieta y divierte. Eso es La Máscara."
"El Centro Cultural La Máscara es uno de los espacios, sino el más, sorprendente en lo que respecta a espacios culturales de este País. Esto se debe a muchas razones: la infraestructura con la que cuenta, la eficacia de su organización, el movimiento cultural que en él se produce, la impecabilidad de los proyectos que se llevan adelante, el respeto absoluto por los productos artísticos que en el se presentan, el sostenimiento en el tiempo del trabajo del grupo que lleva adelante este espacio. No hay más que halagos a cada uno de sus integrantes y por supuesto a su director Marcelo Allasino. En las reiteradas oportunidades en la que sido invitada como actriz, como docente, me he encontrado mas que satisfecha por poder ser parte de eventos de dimensiones poco usuales en esta actividad. Es «extraordinario» que en una ciudad como Rafaela, pueda llevarse adelante tan profesionalmente, tan eficazmente un proyecto que si no lo hubiera visto, podría considerarlo utópico."
"Como tantos otros periodistas, conocí a La Máscara en medio de esa especie de trajín con siesta que fue la Fiesta Nacional de Teatro que tuvo lugar allí. «Esto es grosso», me dije apenas entré al lugar. Me acuerdo que casi inmediatamente llamé al diario con ese ímpetu que te da saber que tenés entre manos una buena historia. Y la escribí, como pude. El día antes de partir de allí con algunas delicatessen que compré en una panadería que había sido un cine, detalle que me mató, apareció la nota. La habían titulado así: «Marcelo Allasino, un precusor». Pensé que se les había ido la mano, me sonaba a el nombre de un programa cultural acartonado. Pero en otra visita a La Máscara que realicé un año después, me di cuenta que el título era justo. Es que en esa oportunidad vi trabajar a varios de los que hacen a La Máscara muy de cerca, los vi mimar cada detalle y vi como un emprendimiento colectivo podía alcanzar un grado de profesionalismo y rigor que no tiene nada que envidiar a los proyectos progres porteño. Por eso tengo un especial recuerdo por lo rafaelino, por eso sigo intentando comprar dulce de leche ilolay aunque no lo encuentre por ningún lado, por eso evoco las calles adoquinadas con cariño y festejo a la distancia el cumple de La Máscara porque es un buen espejo en el cual mirarse y aprender."