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Hace un año, con el estreno de la versión virtual de “La Tortuga”, nacía TEATRO UAIFAI.  Unas cuantas funciones después, comenzaron a escucharse algunas voces de referentes que decían que el teatro virtual era una falacia, que no existía.  Que mientras no pudiéramos compartir el mismo espacio entre artistas y espectadores, aquello no podía llamarse teatro.

Me encantan los desafíos que ponen en tensión definiciones afirmadas por la cultura hegemónica.  Puedo dar cuenta de esa fricción gracias a numerosas experiencias personales.  Recuerdo cuando luego del estreno de mi versión de “Metrópolis”, allá por 1990, una actriz de mi comarca – que además era presentadora de televisión y profesora de literatura – afirmaba que eso no era teatro, porque no había texto.  Recuerdo cuando luego del estreno de mi primera pieza como autor, “Noche de ronda”, los colegas que dirigían el único “teatro” de la ciudad decían que el espacio donde hacíamos la obra no era un teatro, porque no tenía telón ni butacas.  Claro: nos sentábamos en cajones de manzana conseguidos en alguna verdulería del barrio.  Desde los griegos venimos afirmando que el teatro es arquitectura y texto, imaginate el peso de esos 2.500 años sobre aquellas tímidas experiencias a las que asistían unos pocos coterráneos rafaelinos.  La tozudez y la curiosidad me llevaron a seguir indagando sobre la creación escénica desde materiales que no provenían desde la literatura teatral y en espacios que nada tenían que ver con proscenios, bambalinas, telones y butacas.  Las experiencias nos resultarían tan liberadoras que nos invitarían a volver a los escenarios y los textos teatrales, desde otro lugar.  Desde un lugar de absoluta libertad.

El teatro ya ha prescindido de las salas y de los textos.  Ya hemos declarado muerto al conflicto, a la ficción, a la representación, al personaje.  Sobreviven los cuerpos que miran y los cuerpos que actúan.  Sobrevive el teatro, que se reinventa.  Ahora ha debido prescindir del encuentro de los cuerpos.  Y sobrevive, se reinventa.  En TEATRO UAIFAI ya hemos tenido más de 140 funciones y les confirmo: no fueron una falacia, existieron.  Alcanza con pegarse una vuelta por los comentarios que dejan les espectadores, por el análisis crítico de algunas personas que trabajan en grandes medios o en espacios súper alternativos.  Alcanza con escuchar las voces de intérpretes y creadores de las obras programadas.  Existimos, y somos teatro.  

Pero entonces, esto ¿es teatro?  No soy crítico ni periodista ni investigador, la academia no es mi territorio.  Soy un creador, un artista escénico y desde mi experiencia puedo afirmar que esas obras mediadas por internet y la comunicación en línea se aproximan, de muchas formas, a esa máquina cibernética descrita por Roland Barthes y que también llamamos teatro.  Esa polifonía informacional, ese espesor de signos al que se refería cuando definía la teatralidad, es también característica de estas experiencias.  Y aunque aquí no se levante el telón (ni tampoco se encienda la luz en una caja negra sin telones) se genera un espacio de encuentro, diferente – pero encuentro al fin – en el que los cuerpos que miran y los cuerpos que actúan compartimos tiempo, aunque no compartamos espacio.

¿Cómo deberíamos llamar a esta forma de expresión?  ¿Teatro virtual?  ¿Tecnoteatro?  ¿Teatro online?  Sinceramente, poco me importa.  En un mundo en el que las clasificaciones han perdido su sentido, me pregunto: ¿quiénes las necesitan, quiénes se sienten seguros bajo la etiqueta?  Puedo arriesgar una respuesta, siempre desde la experiencia de lo vivido: las necesitan quienes sienten que tienen algo que perder, quienes se sienten amenazados, quienes tienen miedo.  Las necesitan quienes forman parte desesperada de las formas hegemónicas de nuestra Cultura.  Así que, chiques, llámenlo como quieran, pero aquí estamos, existimos.

Vivimos tiempos extremos, de imposibilidades, también de redefiniciones, de nuevos paradigmas.  Así que, querides creadores: estamos frente a una nueva posibilidad, y a quienes les provoque y les convoque, puede resultar un camino de inspiración y de encuentro.  De encuentro real, tan real como la conversación que tenés con tu familia a la distancia a través de una videollamada, tan real como las votaciones por videoconferencia en el Congreso, tan real como la consulta médica por WhatsApp.  Tan real como el llanto y la risa que compartimos a través de la pantalla.

Feliz primer aniversario, TEATRO UAIFAI.  ¡A resistir!

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