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No estoy a favor de emitir opiniones acerca del aborto, porque creo que la decisión sobre ser madre o interrumpir un embarazo le corresponde exclusivamente a la persona gestante que desea quedar o queda embarazada, sin desearlo. Pero estoy a favor del Aborto Seguro, Libre y Gratuito, y estoy a favor de la Ley de la Interrupción Voluntaria del Embarazo.  Porque miles de mujeres han muerto, mueren y seguirán muriendo mientras el aborto siga siendo ilegal en alguna parte del mundo. 

No estoy a favor del matrimonio.  Creo que es una institución que garantiza un modelo familiar concebido por la Iglesia e impuesto por el Estado, para sostener un modelo en el que la familia, “célula básica de la sociedad”, es en realidad la célula básica de la productividad y la garante de la continuidad del poder en las mismas manos por los siglos de los siglos.  Me siento muy alejado del modelo de pareja gay que se casa y que compra el perro y luego alquila vientres en USA, para ser aceptados como nuevo modelo siglo 21 de la fuckin’ heteronormatividad.  Pero ojo, estoy a favor de la Ley de Matrimonio Igualitario, y lloré emocionado cuando se aprobó en mi país.

No estoy a favor del divorcio, porque no estoy a favor del matrimonio.  Pero celebré cuando se legalizó.

No consumo drogas, pero pienso que los estados darían un gran paso si legalizaran su venta y su comercio tributara, y se blanqueara el consumo.  Y se garantizara la ayuda sanitaria de aquellos que desafortunadamente caen en la adicción.

No estoy a favor de la penalización de la prostitución.  Porque la hipocresía de nuestra cultura pretende elevar al placer a la categoría de sagrado, cuando todos sabemos que lo más sagrado para nuestro mundo es el capital, y en ese contexto, ofrecer sexo por dinero encaja perfectamente.  Por supuesto que estoy a favor de sanciones más duras para quienes explotan, someten o esclavizan sexualmente a otras personas.

No creo en el sistema educativo.  La educación actual (y la pasada) tiene por objeto la formación de trabajadores obedientes, en lugar de propiciar la evolución humana.  La crisis social que vivimos es producto de esa educación que nos prepara para cumplir con el mandato social, regido por el orden del poder económico, siempre concentrado en las mismas manos y alineado con las políticas del mercado.  Aunque, por supuesto, creo en la educación pública y gratuita.

No creo en la supuesta dignidad que brinda el trabajo.  Me gustaría vivir en una sociedad donde no existiera el trabajo, donde sólo existiera la posibilidad de desarrollar talentos y pasiones, donde compartiéramos los recursos y la evolución.  

No estoy a favor de las leyes de herencia.  Creo que representan el mayor mal de la historia de nuestra cultura, asegurando la concentración en pocas manos de la riqueza del mundo, que se transfiere a unos pocos tipos que sólo tuvieron la suerte de nacer en determinadas familias.  Y eso les ha garantizado el acceso a las mejores posibilidades para seguir asegurándole a sus hijos y a los hijos de sus hijos, la conducción de los destinos de los demás.

No estoy a favor de los Estados que privilegian credos y religiones y que mezclan fe con derechos.  

No estoy a favor de los dobles discursos, de la hipocresía.  

No estoy a favor de la violencia.

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